
El jazz se caracteriza por eludir la ejecución de las interpretaciones a partir de la lectura fiel de una partitura (sin que ello quiera sugerir que sus músicos no dominan el lenguaje musical): la base de la interpretación jazzística y, consecuentemente, del estilo, es la
improvisación, aunque en sí misma no sea la única característica definitoria del jazz; en cualquier caso, excepto en algunos casos de
free jazz o de
jam session, donde sí puede darse el caso de que no se trabaje sobre ningún tema ya conocido, improvisar significa que el
intérprete recrea libremente el tema en cada ejecución del mismo sobre una determinada estructura armónica, ya sea en directo o en un estudio de grabación: la
melodía es solo un pretexto para desarrollar una posible interpretación de la misma. En este sentido, la música de jazz se centra más en el
intérprete que en el
compositor.